Contacto de emergencia by Mary H. K. Choi

Contacto de emergencia by Mary H. K. Choi

autor:Mary H. K. Choi
La lengua: spa
Format: epub
editor: Crossbooks México
publicado: 2021-02-19T00:00:00+00:00


Sam

Sam no sabía por qué la había llamado; solo sabía que quería hablar con ella, hablar con ella de verdad y, sobre todo, quería oír su voz.

No había planeado hablar de su mamá. Sin duda, no era su intención revelar la historia de la peor noche y la peor mañana de su vida. Aquella noche bien podría haber sido sacada de una deprimente canción de country. En aquella fatídica colección de horas, perdió a su chica, su casa y su familia. Pero Penny preguntó, y él quería responder.

—¿Qué me dices de Brandi Rose?

A Sam le encantaba escuchar la voz de Penny y su risa profunda y rasposa. Pero, caray, debió haber orinado antes de llamar. Para no pensar en ello, se recostó de lado y jaló el edredón. Sintió como si estuviera en una pijamada.

—Pues Brandi Rose tenía esta cosa… que nada le gustaba más que ver el canal de telecompras.

Era cierto. No importaba si era una máquina de esquí a campo traviesa, una freidora de aire o un suéter unisex que se convertía en una escalera para el perro. Si lo anunciaban en la televisión, la mamá de Sam quería tenerlo. El hábito empeoró después de que el señor Lange se divorció de ella, pero todo el mundo tiene pasatiempos, y mirar los escaparates de la niñera cuadrada de cristal era el de Brandi Rose. El problema era que también era adicta a ordenar los productos, todos, a altas horas de la noche.

Aquella noche (la peor noche y peor mañana de la vida de Sam), Sam y Lorraine estaban ahogados en martinis de ginebra. Él sospechaba que ella lo estaba engañando, pero no tenía pruebas más allá de una corazonada. Pensó, bastante tonto, que una noche en la ciudad sería romántica. Pero se quedó sin dinero. Sam se dirigió a casa para recoger unas cuantas cosas; la más importante de todas, un paquetito de marihuana lleno de semillas que había dejado en el cajón de los calcetines, y supuso que se quedaría a dormir en casa de Lorraine, como siempre hacía.

Cuando Sam abrió la puerta de casa de su mamá, el olor lo golpeó como un muro: aquel olor de la basura que siempre parece contener cáscaras de naranja podridas sin importar qué haya dentro de las bolsas. No quería invitar a Lorraine a pasar, pero ella necesitaba ir al baño.

—¡Hola, Brandiiii! —canturreó Lorraine asomándose por la puerta al entrar. Lorraine se echó al reír cuando la madre de Sam los miró desde su sillón en la sala. Habían pasado semanas desde la última vez que Sam había estado en casa, y lo miserable de la escena lo desconcertó. Como él no había estado ahí para limpiar, se acumularon pilas de platos sucios. Había cajas vacías de comida para llevar hasta en la última superficie de la casa y correo desperdigado por el suelo que nadie se había molestado en levantar.

Volver a casa después de una noche de tragos había sido una mala idea. Lorr llevaba un brasier en lugar de una blusa, y la pena ajena de Sam por las involucradas se convirtió en una furia ciega.



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